La Travesía en Yola: Odiseas a Puerto Rico. Raúl Martínez Rosario

1: Al encuentro de otros Viajantes
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SOBRE OBRA Y AUTOR
En Honor y Dedicación
1: Al encuentro de otros Viajantes
4. El Retorno Derrotado
5. Sin trabajo sin dinero y acosado
6. Mis conpañeros para la adversidad
8. El tortuoso camino a Punta Cana
9: Las primeras horas de terror
11: Nuestra larga noche en El Caribe
12. Nuestro segundo dia en El Caribe
13. Lo inesperado en un islote
14. Arribo a playa puertorriqueña
15. Llegada a San Juan
18. Prefería la muerte a ser deportado
. RECONOCIMIENTO
Los Lectores Comentan La Travesía en Yola
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Los Periódicos Reportan sobre los viajes ilegales
Raul Martinez Rosario at Cunnecticut College
Sobre Migracion Haitiana a RD
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Policia mata a delincuentes y a no delincuentes
Diferencia entre los dos partidos dominicanos mayoritario

     

   Era el nueve de enero y, mientras el sol caribeño escondía sus últimos hilos anaranjados, nuestro auto, en dirección Este, recién emprendió el trayecto de Santo Domingo a La Romana.  Leo, el capitán del viaje, manejaba en silencio y fumaba un cigarrillo mientras los otros ocupantes del carro hablábamos del mar.  Yo tenía veintitrés años, cuatrocientos dólares en mi cartera y la determinación de llegar a los Estados Unidos. Pesaba ciento cuarenta libras, que hacían delgado mi cuerpo de seis pies. Mis ojos de color café reflejaban aún ingenuidad, la ingenuidad que arrastraba desde antes de los años de mi adolescencia pasados en devota entrega a la Iglesia Evangélica.  Pensativo iba, mientras el auto seguía desplazándose hacia el Este por la carretera rodeada por los inmensos campos verdes cubiertos de caña de azúcar.  "No te vayas en yola --me había dicho mi madre--; esos viajes son muy peligrosos. Mejor cásate y ten tus hijos a temprana edad."  Recordaba sus palabras regocijado por no haberle hecho caso, pues, aún bajo el aire de tensión que producen esas travesías, ya yo sentía en mi aliento el sabor de la victoria, la victoria de dejar un país de penurias y de miserias y de no volver a él hasta que mi suerte fuera un poco mejor. "Duraré siete años sin volver a casa", planeaba, sin sospechar siquiera que habría de volver más pronto de lo que podía imaginar, molido por una aplastante derrota.     

 

     --Tenemos que esperar a que la noche avance más  para continuar el viaje a la playa --explicó Leo al tomar un desvío hacia uno de los barrios de La Romana--; es más seguro hacer estos viajes en las madrugadas. Mientras tanto, ustedes habrán de esperar en uno de tres grupos que viajarán.  Más tarde pasaremos a recogerlos.  No se preocupen, adonde los llevo es un sitio seguro, la  gente es  de mi confianza; además, la espera será de tan sólo unas horas.<